Capítulo tercero
Encuentro en el manantial
A todos les ha parecido una buena idea, y se ponen en marcha contentos y confiados. Danalí, entusiasmado, ha empezado a soñar en voz alta:
​
-¡Qué buena idea! Porque en las fuentes suele haber ranas, y renacuajos y tritones... En la fuente del pueblo había un manantial entre dos peñas: la Fuente de la Rana Gorda. ¿Os imagináis que aquí también haya una rana gorda? Es que me mareo de solo pensarlo.
​
Arroyo arriba, la vegetación de la Selva Selvática y Salvaje, es aun más exhuberante, lo que hace que la marcha sea lenta, sorteando pozas, arrastrándose entre salgueras, pinchándose con zarzas y espinos. En medio del silencio vegetal solo atravesado por el murmullo del agua, se oye ahora una sincopada secuencia de ayes, mecachis, joer, ay, uy, ey... hasta que, sufridos, sudorosos y un poco agujereados, los cuatro héroes llegan al manadero, que forma un estanque cristalino sobre un lecho de berros.
​
​
​
​
​
​
​
​
​
​
​
​
​
​
​
-Creo que he visto moverse algo y esconderse -avisa Ulises, siempre en guardia.
​
Los cuatro se quedan inmóviles, y Danalí, pregunta susurrando:
​
-Cómo era?
-Verde -asegura Ulises.
-Hombre, aquí todo es verde -anota Bilbo.
-Sí, o a lo mejor era una rana verde imaginaria -propone Danalí.
-No, no era imaginario, porque se movía así, chin-chin-chin. Y luego desaparecía. Y no era verde rana... Más bien verde ¡aceituna!
Dicho lo cual y haciendo una reverencia mosquetera recita:
-Compañeros, es evidente
hay salvajes karharinos
cazando gamusinos
en esta fuente!
Y como si la copla hubiera sido una contraseña, salen de la espesura miles de karharinos furiosos... (bueno, quizá no tantos, pero igual de furiosos que si fueran miles y miles). Nuestros héroes, rodeados por todas partes, inmóviles como estatuas o como unos que andaban por allí, pero que no estan allí, escuchan con los pelos de punta el canto de lucha de los temibles salvajes azules Verde-Aceituna tirando a Negro, más conocidos como karharinas:
-¡¡¡Ula-ula. Ele-ele. Uao-uao!!!
¡¡¡Ula-ula. Ele-ele. Uao-uao!!!
¡¡¡Ula-ula. Ele-ele. Uao-uao!!!
De pronto, una flecha, probablemente envenenada y desde luego bastante sucia, silba el aire, así "fiiiiuuuu", y ¡zuk! se clava en el macuto de Ulises, que asustado y sorprendido, se tira tres pedos: prrr, prrr, prrr.
-Vale tirarse pedos pero no vale reirse -advierte Caralí en un susurro, y empieza a reirse muy bajito.
-¡Pero nos han descubierto! -grita Bilbo.
Sí, el Joven Bilbo no se equivoca, les han descubierto. Toda una partida de cazadores karharinos les apunta con sus cerbatanas, arcos y lanzas. ¿Qué hacer ahora? ¿Parlamentar?, imposible, ninguno de los cuatro aventureros conoce el lenguaje de los temibles salvajes azules Verde-Aceituna... porque, como advierten las guías de turismo de todo el mundo: ¡su lenguaje es la guerra!
¿Huir, entonces? Tampoco, ¡como no sea volando! (y aún así, los arqueros les asaetarían como a loros silvestres platereños)... Solo un truco más potente que el del almendruco, sólo la magia potagia podría sacarles del apuro.
Lo dicho: No se pierdan el próximo capítulo deeee La vida secreta de las grandes plantas !!!
​
* * * * *