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Capítulo once

Libres como el viento

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El primer jardín

El primero en despertar fue Bilbo, pero dio media vuelta y se volvió a dormir con una sonrisa en la boca. Poco rato después Danalí abrió los ojos...

Estaban sobre fina arena blanca, en una playa larga y misteriosa, parecida a la de su accidentado desembarco en el capítulo primero (o segundo, no me acuerdo bien). Sus compañeros de aventuras dormían tranquilos... Bilbo debía estar soñando algo divertido, porque tenía una sonrisita en la boca y de vez en cuando se reía como si le hicieran cosquillas en los pies.

Danalí bostezó y entonces se dio cuenta de que no estaba Panchita, la cachorrilla de perro de aguas que se unió al grupo cuando escapaban de la Ciudad Secreta. Miró con ansiedad en todas direcciones, y por fin a un poco más de un tiro de piedra le pareció ver un rabo que oscilaba sobre la superficie de la arena, como un espejismo. Luego, el espejismo ladró y Panchita asomó la cabeza del hoyo que al parecer había excavado.

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-Bilbo, despierta, creo que Panchita ha descubierto algo. -el joven hobbit abrío los ojos sin dejar de sonreir, se rascó los pies y como si continuase una conversación apasionante dijo- Tengo un hambre!

Los dos jóvenes y valientes aventureros llegaron hasta el hoyo en el que Panchita seguía escarbando con impaciencia. Sus patas estaban dejando al descubierto algo parecido a un loro de madera, pero había más... El loro estaba encima de una cabeza, de la misma madera, como de un pequeño tótem de tamaño natural. Danalí y Bilbo, impacientes, decidieron echarle una mano a Panchita, y juntos los tres, pronto pudieron desenterrar una bonita estatua de madera tricolor y en cuya base podía leerse &%$ÑZZZ#

-No lo entiendo.

-Yo tampoco -admitió Bilbo.

-Vamos a llevársela a Ulises y Ojos Brillantes, seguro que ellos lo descifran. Ayúdame, cógela por la parte del loro y yo por los pies del señor con barbita.

Y como a pesar de su tamaño apenas pesaba (quizá estaba hueca o estuviera hecha con una madera muy liviana), la llevaron entre los ladridos de alegría de Panchita hasta los durmientes. Que con tanta animación acabaron por despertarse también.

-Y esta estatua tan graciosa? -preguntó Ojos Brillantes.

-La ha encontrado Panchita, allí -dijo Bilbo señalando con el dedo.

-Pero no entendemos lo que pone aquí, a los pies del señor con barbita  -añadió Danalí intrigado... Ulises, sacó las gafas del bolsillo de su camisa, se las puso con un gesto intelectual, y leyó &%$ÑZZZ#

-Sí, &%$ÑZZZ#. Justamente. Yo creo que es el nombre del señor, o de su lorito, o de los dos -aventuró Danalí.

-Pues... No sé -dudó Ojos Brillantes-, a mi me recuerda a Durrel: gordito, sonriente, con barba y un loro en la cabeza.

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Pero no podremos aclarar el misterio, porque en ese momento emergió de la cercana orilla el casco verdidorado de Pocoapoco. Bilbo fue el primero en verla:

-¡¡Pocoapoco!!

Pues, sí. El gran galápago Pocoapoco, que les sirvió de balsa para cruzar el Mar que Hay Debajo del Árbol de Tu Jardín, reaparecía ahora en un sitio parecido al que la vimos desaparecer, aunque entonces aún no sabíamos que era ella: la Señorita Calma, la Nave de los Sueños.

-Hola valientes aventureros de la Vida Secreta de las Grandes Plantas -les dijo con su lenta forma de hablar-. Me manda la Gran Madre Amonavero para que os lleve hasta el Puerto de la Luz Luciente.

-Vale, si hay comida nos apuntamos, ¿verdad Bilbo? -aceptó Danalí. Y aceptaron también las tripas del joven hobbit haciendo una música de trombón tirando a cornamusa.

-Pues subamos a bordo sin más demora -propuso Ulises de las Dos Torres, ofreciéndole su mano de caballero pirata a la bella Ojos Brillantes.

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Montaron todos y Pocoapoco se hizo a la mar de nuevo. Con el dulce vaivén producido por el lento y apacible movimiento de sus cuatro aletas, los cuatro aventureros y Panchita, de nuevo grumete y polizón, se fueron adormeciendo como vaporosos pasajeros de una nave en la niebla.

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En ese viaje, Danalí soñó que navegaban en una especie de zeppelín sin barquilla de tripulación, ni velas, ni motor de hélice... Era solo un inmenso globo relleno de escaleras. Y nuestros aventureros, incansables pero cansadísimos, subían y bajaban interminablemente por ellas... De vez en cuando, Bilbo se sentaba en un escalón y decía No puedo más. Y entonces, Ulises se sentaba junto a él y le cantaba el bolero de Dumpa-Lumpa

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-¡Dumpa-Lumpa, dumpa-li-dú

mis dulces besos no quieres tú!

¡Dumpa-Lumpa, dumpa-li-díl

si fueras hobbit querrías mil!

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Y así, mecidos por Pocoapoco en la Nave de los Sueños, arribaron por fin al Puerto de la Luz Luciente, que curiosamente estaba a oscuras... Entonces una voz dijo gritando por un megáfono Luces, cámaras... Acción!

Procedente de algún lugar se disparó un cañón de luz que iluminó el escenario buscando algo o a alguien. Sonó un redoble largo de tambor y un golpe de platillos al tiempo que saltaba al circulo de luz un viejo bajito, con el pelo negro, muy largo, y tan solo un diente en su boca sonriente.

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¿Cuál será el destino de nuestros cuatro héroes y medio? ¿Por qué están en un teatro en vez de en el muelle del Puerto de la Luz Luciente? ¿Y quién es ese viejo danzarín que les mira sonriente? ¿Y por qué tiene un solo diente? 

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Si quieres respuesta a todas estas preguntas y a otras muchas más, no te pierdas el próximo capítulo deeee La vida secreta de las grandes plantas !!!

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