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Capítulo quinto

(bucle de selva)

Anófeles Zankudo

-Un pequeño esfuerzo, valientes, y saldremos de este tunel.

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Orientados ahora por la luz de la salida de la Gruta, nuestros cuatro héroes alcanzan gateando el extremo del largo pasillo, tan plano como misterioso. Es imposible saber qué puede haber más allá de diez pasos; una barrera de hojarasca les rodea por todas partes. Parecen gigantescas cañas de maiz.

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-Debe estar atardeciendo -aventura Ulises, cuyas orejas parecen orientarse como las de un chacal. El aire está quieto, en calma, inmóvil. Hay tanta humedad que se podría dibujar en el aire con un dedo.

-Sí, pronto anochecerá en esta especie de cañaveral -coincide Ojos Brillantes.

-¿Y dónde vamos a dormir? -pregunta Bilbo, bostezando.

-No dormiremos -le responde la elfo-hada. Seguiremos caminando guiados por las estrellas.

-¡Hay muchísimas! -exclama Danalí.

-Alaaa, cuántas!! Mirad, aquella tan gorda es la mía.

-Me temo que eso es la Luna, Bilbo -le advierte Ulises.

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La Luna, como un conejito blanco, rechoncho y torpe, parece dar saltitos por el prado celeste como si llegara tarde a algún sitio del más allá del más acá. Los cuatro aventureros la contemplan entre intrigados y embobados, mientras una luz plateada, casi líquida, les rocía la cabeza de diminutos anillos, como sortijas de nieve. Danalí cierra la boca; y aguzando el oído dice:

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-Me parece que nos sigue alguien.

-¡Los Karharinas! -susurra Bilbo, casi emocionado. Ulises alarga el cuello como si fuera una garza.

-No, no son muchos pequeños. Es uno solo, pero enorme.

-¿Un dinosaurio, quizás?

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Alarmados por la intrigante pregunta de Danalí, los cuatro aventureros vuelven sus miradas hacia la oscura retaguardia... Y entonces, tapando todo el horizonte estrellado, se dibuja la figura delgada y patilarga de un gigantesco personaje: ¡Anófeles Zancudo!

Ulises estornuda y se desmaya. Danalí y Bilbo se esconden tras la elfo hada, que con cierto temblor en la voz, pregunta:

-¿Quién eres y qué quieres?

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Anófeles Zancudo, moviendo la cabeza de arriba abajo, responde a Ojos Brillantes encendiendo todas sus antenas:

-Tuqui-tiqui-tiqui. Tiqui-tiqui-tuqui... Ti´ca-ti´ca. Tacatá.

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-Dice que no nos hará daño -traduce la elfo hada. Pero a condición de que le contemos una historia maravillosa.

-¿Ytiquí... Tiqui-li?

-Tambien pregunta por qué se ha dormido el delgadito.

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Danalí, dominando la situación, como si encontrarse mosquitos gigantes fuera algo que pasa todos los días, respondió a Anófeles Zancudo con su mejor voz de pito:

-Se llama Ulises de las dos Torres. Y no se ha dormido. Me parece que se ha mareado, porque cuando duerme ronca así ¡grooooff, grooooff!

Bilbo por su parte, decide tomar un atajo en la situación:

-¿Nos vamos ya?

-No podemos, joven Bilbo. No estaría bien dejar a Ulises solito. A lo mejor le duele la tripa...

-Tuqui-tiqui-tiqui. ¡Ti´ca-ti´ca!

Ojos Brillantes, interrumpida por el apremiante deseo del gigantesco anófeles, y tras darle un mordisquito en la oreja al desvanecido científico, concluye:

-Hay que contarle la historia ya; se está impacientando... Uli, Uli, despierta Ulises. Necesitamos que cuentes una de tus historias.

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Ulises, abre por fín los ojos, se los restriega con fuerza, bosteza, y sonríe con cara de ascensorista serio. Empieza a comprender que tiene que hacerse cargo de la situación y que no le quedará más remedio que salir a escena. Carraspea como un actor de Shakesperare y se lanza al vacío:

-Había una vez...

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