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Capítulo noveno  (continuación)

Pero lo cierto es que el futuro se presenta, como diría Ulises de las Dos Torres, tan incierto que todo es incertidumbre en el futuro de nuestros héroes y sus aventuras, pues todo a su alrrededor es un mar inmeso sobre el que constantemente descienden miles de millones de paracaidistas-gota. Tras el inicial regocijo, se produce un espeso silencio en el interior del batiscafo. Finalmente, Bilbo rompe el mutismo general:

-Tengo sed.

-Es de ver tanta agua -explica Ulises, como si realmente hablara consigo mismo.

-Hay que salir... Y parlamentar -propone Ojos Brillantes.

Todos se miran, menos Panchita que se ha quedado dormida en brazos de la elfo hada.

-Creo que esto es trabajo de un domador de vientos experto. Saldré yo.

-Disiento, como mucho sería trabajo de un domador de aguas -corrige Ulises- Además, todas las órdenes de marinería lo dicen bien claro: "El capitán ha de ser el último en abandonar el barco".

-Entonces qué hacemos? -pregunta Bilbo, e insiste- Me muero de sed, en serio.

Todos vuelven a mirarse. Dan-Dana-Danalí se pone muy serio y dice:

-Propongo que lo echemos a suertes, pero con la condición de seguir siendo el comandante de la nave si me toca a mí y consigo regresar vivo.

Todos parecen de acuerdo, menos Bilbo que replica con sus lábios resecos de náufrago moribundo:

-No es necesario tentar a la suerte, saldré yo, y me beberé medio mar o lo que sea, y moriré feliz. Y si no me muero y consigo volver os traeré la cantimplora llenita llenita.

Y sin esperar consenso, y haciendo un esfuerzo para desenredarse de brazos y piernas, Bilbo abrió la escotilla superior del batiscafo escabulléndose al exterior y volviendo a cerrarla enseguida para que no entrase ningún hombre gota. Al principio no pasó nada, pero de pronto vino una especie de ola que estuvo a punto de llevarse a Bilbo, de no ser porque al cerrar la escotilla se había quedado pillada la punta de la correa de la cantimplora. Lo que siguió luego resultaría difícil de explicar desde la perspectiva de los que estaban dentro del batiscafo. Bilbo abría la boca y la cerraba y ponía los ojos en blanco y sacaba la lengua y se relamía. Y así estuvo un buen rato, hasta que dió unos golpecitos en la escotilla para que le abrieran.

-Tremendo, tremendo, ha sido tremendo -les dijo mientras entraba chorreando.

-¿Has podido parlamentar con el enemigo? -preguntó Danalí.

-Bastante. Bueno, lo malo es que hablaban todos a la vez. -explicó Bilbo.

-¿Y qué han dicho?

-Al principio solo decían glu-glu-glu... Pero como veían que no les entendía muy bien, me han explicado por señas algo así como que estamos rodeados y que somos sus prisioneros. Y que no nos harán nada si les entregamos las armas, el submarino y la chica.

-Pero ¿qué chica, dónde? -preguntó Ulises.

-Da igual, como comandante de la nave me niego rotundamente a entregar a la chica, aunque no sepamos quién es ni dónde está. -dijo Danalí.

Se miraron todos asintiendo y luego miraron a Bilbo.

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-Vale, así puedo beber otro traguito. -y sin más demora, Bilbo salió, teniendo cuidado de que al cerrar la escotilla se quedase pillada la punta de la correa de la cantimplora. Y, luego, tras aguantar tres o cuatro olas bastante gordas, volvió a pedir que le abriesen. Así lo hicieron y Bilbo entró de nuevo chorreando y relamiéndose.

-Tremendo, tremendo, ha sido tremendo -y como nadie le preguntó por la tremebundez de la experiencia, emprendió su relato sin olvidar ofrecer al resto de los aventureros su mojada cantimplora.

-Dicen que vale, que pasan de la chica, que era solo una frase hecha.

-¿Qué es una frase hecha? -pregunta Danalí, siempre curioso.

-Pues una de esas de las películas, como cuando el chico pone cara de poker y dice "a mi que me registren" -explica Ulises, y tras echar una rápida mirada a su alrededor, como si fuera el chico de la película, decide cambiar de tema.

-Lo que no veo claro es qué haremos si les entregamos el batiscafo, ¿nadar todo el rato hasta que encontremos la isla de Robinson Crusoe o el barco del Holandés Errante?

-Mmmm, -dice Danalí- también podemos flotar haciendo el muerto. -y pregunta- ¿Está muy fría el agua, Bilbo?

-Ulises tiene razón, -razona Ojos Brillantes- no podemos entregarles el batiscafo. Al menos por el momento, hasta que se nos ocurra algo mejor o divisemos tierra.

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Y precisamente en ese momento, una tremenda sacudida estremece toda la nave.

-¡Eeeepaa! Y qué pasa ahora!? -pregunta Ulises de la Dos Torres.

-Yo diría que hemos encallado -contesta Ojos Brillantes, acariciando a Panchita que con el golpetazo se ha despertado y sonríe con la lengua fuera, o porque está muy contenta de volver a verles o porque está muerta de sed, o probablemente por las dos cosas. Pero, sea lo que sea no podremos saberlo hasta que leamos el siguiente capítulo deeee La vida secreta de las grandes plantas !!!

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