Capítulo quinto (continuación)
Bilbo y Danalí se han sentado como los indios en el bosque, con las piernas cruzadas y la cara muy seria. Ojos Brillantes, tras ellos, los arropa un poco con su larga capa. Anófeles Zancudo, por su parte, ha apagado sus antenas como un teatro tras el tercer aviso, y se ha recostado en sus tres patas izquierdas. Ahora parece una Torre de Pisa, pero rara.
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-Había una vez... Un inquieto personaje al que todos llamaban el Mosquito Pito. Era el hijo benjamín, o sea, el menor, de una familia, muy numerosa, de mosquitos silbadores y zumbones en una pequeña albufera, obviamente junto al mar.
-¿Qué es una albufiera? -pregunta Bilbo, pero Danalí le da un codazo:
-Shsss, calla, que está muy emocionante.
-Pero, Dan, si acaba de empezar...
-¡Por eso mismo!
-¡Ah, vale!
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Entretanto, Ulises, en su papel de narrador experto, dá largos paseos por el improvisado escenario de cañas y barro, como si al mismo tiempo estuviera buscando una aguja en un arrozal, o aquella canica de colores que se le perdió cuando era pequeño. En la platea, Anófeles Zancudo se suena los mocos con un pañuelo transparente, abre su cajita de rapé y estornuda tres veces produciendo cortocircuitos de colores en sus largas antenas.
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-Un día de primavera -continúa Ulises-, tras un fuerte chaparrón de Abril...
-¿Quién es Abril?
-Shsss!
-Schissss!
-Vaaale -acepta Danalí, intrigado por saber si Abril es una rana (a las ranas les encantan los chaparrones...)
-Schissss!
-Perdón.
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-Aquel día, el Mosquito Pito echó a volar con la intención de viajar muy lejos. "Me iré a vivir a otro país" , se dijo Pito. Y así, volando, volando, volando, cruzó el mar que rodeaba su albufera...
-Schissss!
-Si no he dicho nada! -protesta Danalí, como si...
-Schissss!
-Perdón, perdón.
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-...Semanas después de su partida, y cuando ya sentía las alas muy cansadas, divisó por fín una isla muy pequeña que se movía en medio del mar... Naturalmente no era una isla, porque las islas no se mueven...
-Pues yo vi una vez...
-Shsssjjjjjjj!
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Satisfecho por la protesta de Anófeles Zancudo a tantas interrupciones, Ulises, continúa su historia:
-Era, amigos, un hermoso barco velero, pequeño, como una joven y coqueta corbeta. Y el Mosquito Pito, agotado, decidió aterrizar en la punta del palo más alto que era el que más cerca le pillaba. El vigía del barco no tardó en descubrir al nuevo polizón, y descendiendo como una araña por los cordelajes corrió hasta el camarote del capitán, que era un señor con una gran barba negra y un aro de oro en la oreja derecha.
El grumete vigía, se quitó el gorro y tocó la puerta... Toc-toc... ¡¡Adelante!! rugió desde dentro el vozarrón del capitán.
-Mi capitán, hay un mosquito durmiendo en la picorota del palo mayor.
-Mmmm, ¿de los que pican?
-Creo que no, capitán. Parece más bien de los que silban.
-¡Estupendo entonces, grumete! Y dile que silbe más alto que desde aquí no se le oye.
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Y así, amigos, durante semanas y semanas, el Mosquito Pito cruzó los mares en lo alto del palo más alto de la goleta del temible Capitán Barba Negra, sin que nadie le molestara jamás, silbando boleros y habaneras de mosquitos y piratas enamorados y borrachos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!!
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Todos aplaudieron la historia de Ulises de las Dos Torres. Incluso Anófeles Zancudo, iluminando tenuemente sus antenas, felicitó personalmente al científico:
-Itiquiqui, itiquiqui. Tiki-taka tiki-taka.
Una vez más, Ojos Brillantes tradujo el lenguaje telegráfico del gran Anófeles:
-Dice que le ha gustado mucho tu historia, y que podemos vivir tranquilamente en su arrozal cenagoso todo el tiempo que necesitemos, siempre y cuando nuestras canciones sean tan dulces o divertidas como las del Mosquito Pito.
Y así, en medio de la noche, Anófeles Zancudo desapareció y de nuevo el cielo y el oscuro horizonte se llenaron de estrellas. Era una visión tan hermosa y apacible que nuestros cuatro héroes se quedaron dormidos y soñando quizás con... La vida secreta de las grandes plantas !!!
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